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Mi proceso de cambio hacia la disciplina positiva fue largo.
Tras 5 años estudiando Pedagogía, conocí numerosas teorías del aprendizaje. Montessori, Waldorf, etc. Nunca oí hablar de la Disciplina Positiva. Fue cuando estaba embarazada de mi primera hija cuando la conocí. Creo que también la llaman pedagogía blanca.
Era una manera de educar donde la base del método era el respeto del niño. Montessori también hablaba del respeto, pero no como lo hace esta disciplina. De hecho el año pasado hice un curso Montessori y me encantó, pues a pesar de haberlo estudiado en su momento, lo dejé olvidado hasta que, como suele ocurrir, me hizo falta. El caso es que Montessori no terminaba de darnos una respuesta adecuada a la educación de las niñas. La mayor ya llevaba tiempo inmersa en la edad de las rabietas y yo acababa de quedarme embarazada de la peque. Se avecinaba un vendaval de emociones negativas (rabietas, celos, cansancio, …).
Adopté varias fórmulas de los principios básicos de Montessori, pero los problemas crecían. Casi un año después supe de una facilitadora de Disciplina Positiva que nos dio una charla sobre cómo educar sin gritos (Elisa Molina). Me gustó mucho. Con ella aprendí cómo es el cerebro del niño y por qué a estas edades son todo emoción. Y seguí investigando. Así fue como di con Bei M. Muñoz (autora del blog Triguiteando) y su curso introductorio y completísimo sobre disciplina positiva. Ahí fue cuando vi la luz. No solo era un método que aprender de forma teórica, si no que te daba las claves prácticas para ponerlo en marcha. Y lo más importante, te ayudaba a identificar en qué estábamos fallando como padres repercutiendo estos fallos en el comportamiento de la niña.
Empecé a implantarlo poquito a poquito pero sin pausa. Los cambios se vieron rápidamente. Creé un tablón de rutinas con la mayor, una rueda de la ira y un panel de normas del hogar. No todo funcionó. Lo que más usamos es la Rueda De La Ira. El tablón de rutinas al principio le gustó mucho pero se ha quedado en el olvido. No importa, no está preparada para usarlo. Se lo volveré a ofrecer más adelante. El listado de normas lo conoce, y en general se van aplicando en casa.
Casi en paralelo me leí el libro “Cómo Hablar Para Que Sus Hijos Le Escuchen y Cómo Escuchar para que sus Hijos le Hablen”, de Adele Faber y Elaine Mazlish. Fue revelador. Al principio no sabía en qué disciplina encajar los principios de este libro, pero ahora he comprendido que está dentro de la disciplina positiva. Es un libro muy ameno y con grandes cantidades de casos prácticos que ayudan a comprender mucho mejor las directrices de las autoras. Lo recomiendo encarecidamente. Posteriormente, me certifiqué como Facilitadora Del Método en España. Pero eso es otra historia
Y así fue como comencé por este viaje hacia la disciplina positiva. No sin grandes dudas en el inicio pues parecía todo demasiado idílico. Pero poco a poco fui entendiendo que hay que confiar en el proceso. No siempre funcionan las técnicas pero suelen ser casos aislados bien porque no estás aplicando adecuadamente el método, bien porque el niño no está preparado… pero en líneas generales sí funciona y lo mejor es que los niños se sienten queridos y respetados. ¡Qué más podemos pedirle a un método!