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1. Chupete

 

 

Mi hija creó una dependencia al chupete con año y medio en un abrir y cerrar de ojos. De casi no usarlo, pasó a no poder estar sin él continuamente. El problema es que lo mordía de tal manera que no duraba ni un día el chupete entero. Con el consiguiente peligro de tragarse el material, claro. Así que tuvimos que tomar una determinación.

Un día me olvidé el chupete en casa y fuimos mi marido y yo a buscarla al colegio. Ella pidió el chupete. Le expliqué que me lo había dejado en casa y acto seguido nos fuimos al centro comercial a comprar. Pensé que era un ratito y que si la entretenía no pasaría nada. ¡¡Error!! La primera rabieta de mi hija fue esa tarde. Una hora de reloj llorando en pleno supermercado tirada por el suelo porque no tenía el chupete. A partir de ahí no salía de casa sin el chupete.

En otra ocasión, cuando se quedó en casa de mi madre, rompió el único chupete que tenía, así que mi madre le dijo que no tenían chupete porque se lo había llevado un ratoncito. Parece que esa excusa le gustó. Así que a partir de ahí, inventé una historia que sostuviera el argumento de mi madre para no darle más chupetes. El cuento le gustó mucho y me hizo repetirlo varias veces. Estuvimos muchas noches repitiendo el cuento e incluso le pedía a ella que lo contara. También se lo contaba cuando me pedía el chupete y yo le decía que se lo había llevado el ratoncito… Funcionó a la perfección. Desde esa noche no usó más chupetes.

En la historia que cuento a continuación es importante que se personalice con el nombre del niño o niña. A ellos les encanta ser protagonistas de un cuento. Yo he puesto un nombre ficticio. También podría contarse con otro animal o modificarlo y adaptarlo con los gustos de cada niño. A mi hija le encantan las estrellas y por eso lo utilicé.

Érase una vez, una niña chiquitita, que se llamaba Emma.

Emma tenía un chupete al que quería mucho. Le daba mucha seguridad y le hacía sentirse bien cuando lloraba, estaba triste o se sentía solo. Emma se despertaba y se ponía el chupete, desayunaba y se ponía el chupete. Se iba al cole con el chupete. Jugaba con el chupete. Dormía la siesta con el chupete. En el parque se ponía el chupete. Se bañaba con el chupete. Cenaba y se ponía el chupete. Se iba a la cama a dormir con el chupete.

Una noche, Emma se acostó en su camita con su chupete y se durmió. A la mañana siguiente, ¡El chupete no estaba! ¿Qué habría pasado? Lo buscó por la cama y no estaba, lo buscó por la cocina por si acaso su mamá lo había lavado, ¡pero no estaba! Lo buscó por todas partes, ¡Pero no estaba!

Emma se puso a llorar. Y desayunó llorando, se fue al cole llorando, jugó llorando, durmió la siesta llorando, merendó llorando, fue al parque llorando, se bañó llorando, cenó llorando.

Agotada de tanto llorar, Emma salió al jardín de su casa. Estaba muuuuyyy triste. Tanto lloraba que miró al cielo estrellado y gritó ¡Chupeteeeeeee, ¿Dónde estassssss? Y entonces, vio una estrella que comenzó a brillar muy muy fuerte. La estrella bajó del cielo muy despacio y se puso frente a Emma y miró a la niña a los ojos.

– Emma – dijo la estrella.- No llores más. –

Emma miró a la estrella sorprendida y le dijo: – ¿Cómo sabes mi nombre?

La estrellita le contesto: – Te he observado todo el día y te he visto muy triste. Sé que has perdido tu chupete al que querías mucho. Pero yo sé quién se lo ha llevado.

– ¿De verdad? – preguntó la niña sorprendida.

– Sí, sí. Se lo ha llevado el ratoncito del chupete.- aseguró la estrellita.

– ¿El ratoncito del chupete? ¿Y quién es? ¿Por qué se lo ha llevado si es mío? – la niña estaba muy enfadada además de triste.

– El ratoncito del chupete es un ratoncito que está solito en este mundo. No tiene mamá ni papá. No tiene a nadie que le quiera. Está tan solito que lo único que le consuela es recoger los chupetes de todos los niños que ya no los usan. Así no se siente solo. Porque el chupete es un objeto que se llena del amor de los niños cuando lo usan y cuando el niño ya ha crecido y no necesita chupete, se queda dentro de él y el ratoncito aprovecha todo ese amor para no sentirse solo. A veces, son los propios niños los que le regalan el chupete y otras veces se los lleva despacito de las camas de los niños que ya no los necesitan. ¡Como te ha pasado a ti!

– ¡Vaya! – Dijo Emma. – No sabía que existía un ratoncito del chupete. Pobrecito. No quiero que esté solito en el mundo. Puede quedarse mi chupete. – La niña sonrió. – ¡Ya no lo necesito! Tengo mucha gente que me quiere y él no.

– Me alegro de que ya estés más contenta Emma. – Dijo la estrellita. – Ahora ya es tarde. Debes irte a dormir. Yo velaré tus sueños a partir de ahora.

Emma se despidió de la estrellita y entró en su casa. Esa noche durmió por primera vez sin chupete y nunca más lo necesitó.

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